sábado, 13 de abril de 2013

El diablo rojo noruego.


Estamos acostumbrados a tildar de leyendas a jugadores que, durante su estancia en un club, rompen récords, lanzan al equipo a nivel de títulos o dan detalles de su calidad cada partido. Pero en realidad las verdaderas leyendas nacen y viven de mucho más que eso, y lo hacen de cosas más importantes. Viven del amor y la fidelidad a unos colores, de la entrega a una camiseta y de la comunión con la grada. Estas características son las que reunía nuestro protagonista de hoy, Ole Gunnar Solskjær.


Ole nació en Kristiansund, Noruega, el 26 de febrero de 1973. Desarrolló los primeros años de su carrera en dos clubes noruegos, antes de recalar en el todopoderoso Manchester United.

En las 11 temporadas (1996-2007) en las que Solskjær defendió el escudo del equipo de Old Trafford nunca se erigió como titular indiscutible, sino que alternaba titularidad con banquillo. Y en ese contexto, sentado en la banca esperando oportunidades, nació su leyenda: la leyenda del super-sub. Se decía que no había partido en el que, saliendo desde el banquillo, Ole Gunnar Solskjær no marcase. No era un jugador  técnico, pero sí reunía las condiciones idóneas para ser un killer: dominio de ambas piernas y de la cabeza. Pero su cualidades más importantes eran sin duda su inteligencia, actitud y concentración.
Como reconoció Sir Alex Ferguson "tiene mentalidad de entrenador. Durante los partidos analiza a los rivales, busca sus puntos débiles. Eso le da luego ventaja". El asesino con cara de niño, como le conocían, consiguió anotar 29 goles en los 150 partidos que partió como suplente. Para el recuerdo quedan los cuatro goles que le endosó al Nottingham Forest en tan solo 12 minutos.


Solskjær celebrando el gol de la victoria.
Pero el momento más memorable de su carrera llegó en la final de la Liga de Campeones de 1999, disputada en el Camp Nou, en la que el Manchester United se medía con el Bayern de Múnich. Los alemanes se adelantaron con un tempranero gol de Mario Basler y dominaron durante todo el encuentro, pero no consiguieron ampliar su ventaja. Un United inoperante en ataque, que casi no generó peligro a lo largo del encuentro, suscitó que Ferguson realizase dos cambios, claves a la postre: dio entrada a Teddy Sheringham (67') y Solskjær (81'). Ambos cambiarían el rumbo de la contienda, consiguiendo el primero el tanto del empate en el minuto 91 y asistiendo a nuestro protagonista en el 93' para que el United se erigiese como rey de Europa. La cara de incredulidad de los jugadores del Bayern lo resumía todo. Solskjær les había arrebatado en un instante lo que habían merecido con creces durante 90 minutos.





A partir de 2004 sus apariciones fueron mucho más escasas debido a una grave lesión de rodilla. Hasta su retirada en 2007 no llegó a superar la decena de partidos disputados. Pero para entonces ya no era un jugador más. Era leyenda e historia viva de Old Trafford. Otros jugadores se habrían marchado a otro club ante tan pocas oportunidades, él asumió su rol y dio siempre el máximo. El fútbol le recompensó con el recuerdo que se tendrá de él y de su gol en esa final de 1999.





Actualmente es el entrenador del Molde FK noruego, club desde el que dio el salto a la Premier League. Ferguson ha reiterado en varias ocasiones que él sería su sustituto en el banquillo del Teatro de los sueños. Quién sabe, tal vez su leyenda con el United no esté del todo escrita.








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